Comparación.


No hay dudas, no puede haber dudas, de que para poder saber cosas tenemos que aprenderlas. Que para entender la existencia de una cosa, debemos observarla.
Es fácil observar el entorno de uno mismo y darse cuenta que hay distintas cosas. Que hay paredes, techo y piso. Hay texturas y hay aire. De todas formas, sabemos que esas cosas son esas mismas porque lo tenemos por sabido.

Sin embargo, no todo eso se puede dar por sentado. Es decir, no todo lo que podemos observar es realmente eso. Si vemos una cosa y percibimos a esa cosa como aquello que, supuestamente, vemos, es porque estamos COMPARANDO aquello con algo que hemos visto anteriormente y nos recuerda a ese algo. 

La materia de cualquier cosa nos debe recordar a algo para que nosotros seamos capaces de darle nombre a eso, y clasificarlo según nuestros sentidos. 

Está claro que, históricamente, el hombre no siempre debe dejarse llevar por sus sentidos, porque a veces ellos le fallan a su propia consciencia, y generan una falta de razonamiento lógico. Si dejáramos todo a nuestros sentidos, pensaríamos que nuestras ilusiones son verdaderas. Por ejemplo, si pensáramos que nuestros sentidos siempre tienen la razón, entonces una persona esquizofrénica no es una persona de este mundo.

Así, entonces, racionalizar las cosas que observamos resulta indispensable para poder entender mejor las cosas, con mayor profundidad. Entonces, si yo veo un texto y lo entiendo, doy por sentado que está en un lenguaje que comprendo. Esto es obvio. 

Es natural que el hombre compare cosas, porque de otra manera jamás entendería ninguna. Si yo jamás comparara lo que entiendo del español, entonces jamás podría producir texto ni podría leerlo. Sin embargo, hay puntos en donde el escepticismo a esta facultad natural humana es bastante beneficiosa, como aquellos en donde no se puede contar enteramente con los sentidos; debe ser llevado un nivel arriba. Usarse la razón.

Todo es falso, y todo es verdadero, al mismo tiempo. Algo similar al epojé (ἐποχή), según el escepticismo, en donde nada es completamente verdadero ni nada es completamente falso.

Para comprender al mundo desde ese punto de vista gnoseológico y escéptico, solamente basta con ver al mundo con ojos completamente alienados. No quiere decir que se ha de enloquecer, quiere decir que no se debe ver al mundo con ojos que toma todo por sentado.

Aquellos ojos que dictan que siempre se podrá caminar, siempre se podrá hablar, siempre se podrá ver, siempre habrán nubes, personas, libros, carteles, edificios, carreteras, letras, &c. 

Debe olvidarse todo conocimiento que se tenga. Es como volver a ser un niño, recién nacido, que no entiende nada del mundo. No sabe qué es un oso, ni sabe qué es un perro. No sabe qué es una estrella, ni sabe que quema el fuego. Solo sabe que es capaz de ver.

Es algo similar a la propuesta cartesiana de "pienso, luego existo". Sólo hay una ligera diferencia. Aquí no se trata de pensar, o de dudar si se profundiza más en la raíz de esta propuesta cartesiana. Se trata de simplemente observar. Raíz de la observación generará la duda:

    "¿Lo que estoy viendo es realmente una ventana?" "¿Cómo puedo estar seguro que lo que veo son dientes?" "¿Cómo sé si donde estoy parado es concreto?"

Volviendo a la palabra del inicio: Sabemos que todo lo que vemos es lo que es, usualmente, porque lo COMPARAMOS con algo que hemos visto antes. Es decir, si a un infante de cuatro años se le dice que aquello blanco con formas irregulares que en ocasiones generan pareidolias se llama 'nube', entonces, a partir de ese momento, si tiene una cordura del común, 'toda cosa irregular con formas que en ocasiones generan pareidolias que esté en el cielo, de día y de noche, es una nube'. Pero, ¿es esta afirmación completamente cierta?

Si se empieza a abarcar desde un enfoque científico, eventualmente se llegará a la conclusión de que en muchísimas ocasiones así será, salvo en casos específicos en donde sea alguna anomalía no muy común en un día cotidiano. 

El punto es que esta forma de observar el mundo, que no toma nada de su 'base de datos', sino asume todo como absolutamente nuevo, es una visión que permite una observación muchísimo más rica, y que deja al hombre ver de forma más completa algo que le es rarísimo, o le es novísimo. 

La ruta.

Suponga usted a un hombre que, en su auto, de noche, conduce desde una ciudad, su ciudad natal, hasta otra que queda, aproximadamente, a dos horas de esa ciudad natal. Conduce por la carretera, es obvio, con ciertas cosas que resultan normales en un viaje nocturno, como luces, semáforos, avisos viales, entre otras cosas.

Llegado un punto, simplemente siente que la noche no ha llegado como se supone que ha de llegar, pues, a pesar de que sabe que en un viaje jamás habrá completo silencio, hay una única anomalía en la noche, en su carro mientras viaja. El cielo no puede ser, porque el cielo siempre ha estado ahí. Probablemente sea el lugar en donde se encuentre, o la cantidad de vehículos que hay andando por la carretera por donde esté andando.

Tarde o temprano se dará cuenta que lo único que cambió fue su forma de ver al mundo. Su cerebro, ahora, le está dejando ver que todo lo que asumió por cierto no siempre fue cierto. Está contemplando que, puede ser, que todos los carros que van andando a mucha velocidad no sean siempre carros, sino sean otra cosa. 

No puede ser capaz de saberlo, porque con lo único que cuenta es con su visión, y no tiene acceso a más información. El uso de razón, con la cual puede intuir un principio inquebrantable para saber que algo es un carro, es aquello que le llevará a determinar cuándo algo es un carro y cuándo no. 

Es algo usual en la naturaleza de cualquier hombre. Sin embargo, siempre será artificial. No siempre los carros son carros, porque siempre habrá alguna anomalía, bien sea en su forma física, o en su definición. 


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