Ya está establecido para muchas personas. Es conocido por muchas personas dentro de la filosofía, como de la ciencia, e incluso cualquier campo del conocimiento. Suele ser evidente, obvio: No hay verdad absoluta.
Siempre habrán dudas respecto a si algo puede ser desmentido, o si algo es 100% verdad. La ciencia, de hecho, se ha constituido de esos modelos dialécticos. Mientras que una cosa era verdad en la Edad Media, después se descubrió que era solo un mito. Así, con cosas también recientes, en campos relativamente nuevos, como la física de particulas o la física cuántica.
En la filosofía, eso también es un problema epistemológico y ontológico. ¿Qué podemos saber que es verdad, y cómo podemos afirmar qué es la verdad? En algunos escritos de Platón, se usa a Sócrates como un buscador de una respuesta a esta misma pregunta. Pero han pasado muchos años, siglos, milenios, y las preguntas que allá se hacían siguen siendo preguntas que nos hacemos nosotros y a las que todavía no les encontramos respuesta.
En resumen, es normal, y evidente, afirmar que no hay verdad absoluta. Ello es obvio. Naturalmente. Sin embargo, ¿es esto una ventaja para el conocimiento humano, o un obstáculo? ¿Es mejor que ciertas cosas se mantengan como un misterio para el bien del conocimiento humano y de la humanidad, o es mejor que se conozca todo y llegue un punto donde para todo haya la respuesta a cómo y por qué?
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Platón; Mosaico de Platón. Tomado de Wikipedia. |
Es una ventaja que no haya verdad absoluta.
Por un lado, podemos ver el punto de vista que se podría tener si abarcamos que es más una ventaja que no haya una verdad absoluta. A fin de cuentas, es con lo que hemos vivido y aprendido a vivir desde que intentamos explicar el mundo que nos rodea. Para explicarlo, creamos mitos, leyendas, y otro tipo de explicaciones sobrenaturales que tocan lo metafísico y lo inexplicable. Cosas como el concepto de Dios nacen de esa falta de explicación a cosas que trascienden nuestro conocimiento. Es algo crucial cuando el hombre no tiene las capacidades que es consciente que podría tener, y lo mucho que podría aprovecharlas si las tuviera.
Somos seres carnales, después de todo. Físicos. Animales con cerebro, un cerebro más grande, pesado y desarrollado que el de los demás animales. A fin de cuentas, un nivel de inteligencia tan alto como el del ser humano es un fenómeno poco probable y raro dentro de lo que hemos llegado a explorar del universo. Surge la cuestión de que un fenómeno como el de nuestra inteligencia no es algo aislado, sino un fenómeno más o menos común en el universo, pero el universo no nos da respuesta, o ya nos la dio: Somos únicos, y ya está.
Esa falta de explicaciones a cosas que nos sorprenden es lo que ha moldeado nuestro arte, nuestra cultura y nuestro sentido de humanidad. Es más humano el que se maneja cálido con sus emociones, expresiones y gestos, que el que solamente se mide por el intelecto, los números y lo medible.
Si bien hemos avanzado a pasos agigantados gracias a la ciencia, y más especialmente tras el surgimiento de la revolución industrial, siempre ha habido espacio para que otras cuestiones quedaran sin respuestas. Es ahí donde se responde, tal vez vagamente, que «puede que la naturaleza del conocimiento humano es que siempre haya algo inexplicable, y también algo nuevo por descubrir». Si lo tuviéramos todo conocido, explotado y explicado, o si lo tuviéramos todo ya formulado, ¿no haría eso un poco más pesada y aburrida la existencia?
Es una ventaja que haya verdad absoluta.
Ya abarcada la primera perspectiva, vamos a ver su antítesis, o el punto de vista contrario a ese. El pensamiento que afirma que es más ventajoso que haya una verdad absoluta, pues podría beneficiar a la ciencia, la ingeniería y la tecnología de maneras que no se han visto antes.
Si sabemos todo, no tendremos dudas de nada, y eso nos evitaría detenernos en dilemas que impiden, tal vez, el avance de la ciencia. Cosas como qué hay más alla del universo observable, o cuál es el origen cierto de la vida, y del lenguaje. Si tenemos la total certeza de el por qué, el cuándo y el cómo de todo ello, entonces tendremos las respuestas para muchos más problemas que puedan surgir.
No quiere decir que dejemos de explorar, sino que todo lo que exploremos lo podamos explicar sin dejar ninguna pregunta abierta, lo que explotaría aún más el crecimiento de la civilización y de la humanidad.
Tal vez así nos convirtamos en una especie interplanetaria con tecnología que para nuestros ancestros más primitivos resultaría demasiado ficcional, ambiciosa e irrealista.
La filosofía ya no tendría uno de sus factores más característicos, que es el hacerse preguntas sobre aspectos que pueden trascender la concepción y entendimiento simple de la consciencia humana. Ya todas aquellas preguntas sobre la realidad y sobre la metafísica estarían respondidas, y entonces habría que abarcar nuevas preguntas sobre las respuestas ya dadas, y a esas nuevas preguntas también se les respondería de manera muy fácil. El conocimiento se simplificaría abruptamente, y dejaría de haber paradojas.
Como un algoritmo de acción, siempre habrá una respuesta para cualquier pregunta que surja. ¿No sería este un mundo utópico e ideal?
Conclusiones finales: ¿Con qué me quedo?
La conclusión es que ambos mundos ven la realidad de que falta una verdad absoluta de maneras distintas. Mientras la primera postura puede verlo desde un lado más humano y emocional, el otro lo ve como un obstáculo y expone el idealismo de lo capaces que podríamos ser si tuviéramos acceso a la verdad absoluta. El más afín a la realidad es el primero y es, tal vez, la postura que muchas personas ya han tomado. Nos hemos acostumbrado y adaptado a que no existe la verdad absoluta, y de esa manera vivimos con ello, y creamos con base en ello.
Yo, como defensor del sentir humano, y un humanista, me quedo también con esa postura. En lo personal, no considero que sea algo bueno, sino más bien catastrófico, que exista una verdad absoluta, pues una parte esencial de la existencia humana y su sentido se vería cuestionada, raptada y encasillada en fórmulas frías y carentes de experiencias personales, y toques de personalidad. Así que prefiero que la realidad se mantenga como ver que la falta de una verdad absoluta sea más bien una ventaja antes que un obstáculo para el conocimiento humano, pues los seres humanos no son solamente cabezas andantes, sino corazones sintientes. No somos todo el tiempo matemáticos, físicos, químicos, filósofos, ingenieros, abogados, políticos, o cualquier otra disciplina que requiera un pensamiento muy preciso, formal y objetivo; somos también artistas con corazón, que les gusta el sabor del tacto cuando huele a una inexplicable melodía, de la realidad misma.
En suma, somos seres sentipensantes, y como consecuencia de eso tenemos que convivir con pensar en entender mejor el mundo, pero sentir nuestra realidad inmediata, con sus incógnitas, soluciones, deseos y certezas.
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